No
podemos pretender que el uso de las TICs en el aula sea aún el ojo por ojo de
la educación de hoy, profesores obstinados que no se formaron con ayuda de un
ordenador con acceso a Internet por lo que aún reniegan de educar en esta línea;
con lápiz y papel me enseñaron a escribir
sin necesitar título de mecanografía dice mi madre. Sí que es cierto que
uno no se convierte en profesor 2.0 de la noche a la mañana, más aún si llevas
siéndolo los años suficientes como para tener la jubilación a la vuelta de la
esquina, pero nos olvidamos que educamos aprendiendo y las generaciones que
vienen –la nuestra, sin ir más lejos– están insertas, ya no de forma
incipiente, sino de lleno en el mundo virtual por lo que obviarlo sería dar un
paso atrás. Y los primeros que debemos aplicarlo somos nosotros, los que
acabamos de llegar.
Reflexione
aquí el lector sobre algunas anotaciones. ¿Tiene ordenador, teléfono móvil o
reproductores de música? ¿Mantiene comunicación virtual, hace uso de redes
sociales u otros servicios? Si la respuesta es sí ya tiene usted un perfil de
usuario convencional, se encuentra en la nube de la comunicación online de la
misma forma que lo hace un 71,6% de la población en España registrada durante
el último año. Claro, nunca está de más decir, de la forma más humilde posible,
que nosotros no sabemos de tecnología o que no estamos al tanto de las últimas
aplicaciones que han salido al mercado TIC, pero seguro que en tu portátil
aparece descargada la última versión de PhotoShop
o tienes acceso a Facebook, Twitter e Instragram desde la pantalla de inicio de tu teléfono móvil y,
asúmelo, alguna que otra vez te has descargado música de Spotify o te has sumado al carro de los visionados de películas
online desde FilmAffinity. Yo soy de
esas.
En
los últimos años hemos sido bombardeados por nuevos servicios y soportes
electrónicos que hacen del mercado una demanda constante con la gran ventaja de
su adaptación a cualquier edad; eBooks, tabletas, iPods o iPads son solo
algunos de los nombres que se han incorporado a nuestro hoy día. Si hemos
pasado de coger prestados viejos libros de biblioteca a leerlos en un soporte
electrónico o dejar el lápiz y el papel para tomar apuntes en nuestra tablet, qué
menos que confesarnos usuarios habituales de las TIC; y esto no se lo debemos
sino a nuestra generación, la misma que hacía sus trabajos de Secundaria con
base de Wikipedia y la que hoy
camina por la calle con el móvil en la mano hablando por WhatssAp; la generación de no
sin mi móvil.
Y
hablando de dependencia. Este es otro punto que nos urge tratar en el momento
que advertimos nuestra adicción, en mayor o menor medida, a estar conectados;
es aquí sin duda donde entra la labor del profesor, el que enseña cuál es el
buen y mal uso de las tecnologías, cómo debemos aplicarlas y hasta qué punto
nos pueden servir para educar y aprender. Si bien es cierto que hoy pasamos más
tiempo mirando la pantalla de nuestro teléfono móvil que hace unos años –no
tantos–, también hemos de agradecer el lado pedagógico que estas nos ofrecen.
Así que gracias WordReference, RAE y
demás enciclopedias virtuales, no es para menos.
Por
todo lo dicho, tirad de la manta, considerad cuál es la ayuda que os ofrece
–pedagógica o no– las nuevas tecnologías hasta hoy y quizá podamos estimar la
importancia que ejercen en nuestra vida y establecer el paralelismo que existe
entre las TIC en nuestra cotidianidad y las TIC en el aula; enseñemos a
usarlas. Tal vez no sepas que un cracker es
el que comete delitos en la red todos los días y no el hacker, o que un carder
puede acceder a los datos de tu tarjeta de crédito sin que tú si quiera te des
cuenta o bien que Steve Wozniak es un geek
arquetípico, pero asume, y cuanto antes mejor, que eres usuario de esta red que
nos conecta y que, aunque no lo creas, ya te has subido a la nube.
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